martes, 3 de marzo de 2009

La felicidad, ¿se contagia?



En los tiempos que corren enterarse de algo tan sorprendente como que la felicidad es contagiosa, bien merece unas líneas de blog, ¿o no?
El otro día sin ir mas lejos, leí una noticia acerca de un estudio que iba sobre cómo se orientan las hormigas en el desierto…desde entonces vivo sin vivir en mi, porque no estoy segura de si era por el olfato, la vista o el oído y una no puede vivir sin saber estos detalles.
De entre todos los estudios que se realizan en la actualidad este, el de la felicidad, (no el de las hormigas) tiene su parte curiosa y como todo estudio permítanme sin embargo, que lo ponga en duda.
Mas que nada por que ya saben lo que pasa con los estudios de hoy en día, que son válidos hasta que sale otro que te dice lo contrario.
Pero comencemos con el estudio que sobre la felicidad llevó a cabo Coca-cola hace un año más o menos. El refresco se centró sobre qué nos hacía felices a los españoles y se encontró (pocos se creían lo de la crisis en ese tiempo supongo) que al español lo hacía feliz por este orden, la salud, el amor y el dinero.
Y llegaron a resultados tan curiosos como que el 76% por ciento de los que se declaran felices desearía tener hijos en el futuro. Hasta aquí todo precioso pero ¡ay! resulta que si esto se cruza con los miembros de esos u otro hogares se aprecia que dejamos de ser felices cuando los tenemos. (¿Ya ha arqueado las cejas?) Pues seguimos.
Somos pura contradicción, ya lo ven. Hasta aquí nada nuevo, porque no me digan que les ha sorprendido tamaña revelación. Claro que esto a lo mejor se comprende mejor si uno se percata que dicho estudio señala que el perfil de persona feliz está entre los 26 y los 35 años (los que ya pasamos de esa edad lo empezamos entonces a tenerlo jodidillo).
Hay otro dato recién publicado que va en este sentido y que viene al pelo. En Aragón, por poner un ejemplo, 3.000 matrimonios se rompen anualmente, lo que creo que empieza a dar una estadística al fifty fifty, uno se crea, otro se destruye. Así que traer hijos al mundo ayuda pero no es suficiente.
Si usted se siente un tanto noqueado y se está preguntado si es o no es feliz, échese a llorar si le gusta el bricolaje, porque nada menos que al 76% de los infelices les gusta eso del hágaselo usted mismo. Aquí es cuando mi costilla sonreirá y la próxima vez que le pida cambiar una bombilla o apretar un tornillo, me podrá por excusa que él es un hombre feliz y como yo no voy a ser menos, a ver quien se ocupa ahora de los pequeños arreglos. Nos han dado la escusa perfecta.
Si usted es feliz lo notará entre otras cosas, no solo porque no le va eso del bricolaje, sino por que se siente valorado en su trabajo y tiene mayoritariamente una buena relación con los compañeros, además su felicidad estará más asegurada si vive a menos de quince minutos de su lugar de trabajo. ¿No es tan difícil ser feliz no?
De hecho todos lo que no consiguen trabajo dentro de ese margen kilométrico deberían reclamar en ese sindicato donde pocos se sindican, su derecho a la cuota de felicidad que les corresponde. (Les juro que una vez oí en la radio decir a una supuesta madre que ella tenía derecho por ser madre a tener un puesto de trabajo cerca de su casa, pero bueno, lo de quién sacará este país de esta debacle es otra cosa)
Sigamos entonces con lo que nos ocupa que sino pierdo el hilo. Pues de ese estudio de hace un año va ahora Coca cola y nos ofrece en estos dias que corren en contra de la felicidad un anuncio genial, en el que aparece un abuelico mallorquín de ciento y pico años y una recién nacida madrileña y lo hacen porque son así de chulos estos publicistas, con la premisa de “¿Qué le dirías a alguien que ha venido al mundo en un momento como este?” y no me digan quienes lo hayan visto, que el anuncio si bien no consigue llevarte a la felicidad sí que al menos, te hace sonreír.
Aquí es entonces donde me pregunto si a fuerza de sonreír no llegaríamos a tener ese puntito de felicidad. Tal vez merezca la pena formar parte de algún estudio en este sentido.
Pero bueno, sigamos que me desvió y voy camino de la felicidad. La felicidad es contagiosa, recuerden. Ese es el hilo conductor. Un estudio reciente de una universidad Americana lo avala.
Ahora bien, si hacemos caso a otros estudios anteriores le informo y ya lo siento, si en la lotería genética nos le tocó el premio gordo, que hay un gen de la felicidad que implica que “las personas deban su optimismo a una variante genética que les ayuda a insistir en lo bueno y hacer caso omiso de lo malo” Revista New Scientist.
Así que ya ven, no es que ustedes sean poco persistentes o pesimistas sino que el súper gen le tocó a su vecino. Pero ojo, no está todo perdido, que aquí va otro dato publicado. “Si usted vive a menos de un kilómetro de un amigo feliz la probabilidad de serlo crece el 42%” Así que o bien hágase amigo de su vecino o bien trasládese cerca de un amigo feliz.
Si al final usted logra contagiarse de felicidad y por si no le sale un sarpullido que lo demuestre claramente, que sepa que sus niveles de cortisol serán más bajos, su respuesta inflamatoria estará atenuada y tendrá mejor salud cardiocirculatoria. No se nos pueden dar mas pistas. ¿Y aún duda de si es feliz?
Después de saber esto, uno no puede quedarse ya el resto de sus días haciéndose el desgraciado, porque ya ven que fórmulas existen para conseguir su pequeña cuota de felicidad.
Ahí queda eso. ¿Es usted feliz entonces? ¿si o no?
Pues si lo es, empiece a relacionarse al máximo y contagie a todo el que pueda de felicidad, no me sea egoísta, que ser egoísta no es compatible con la felicidad y después si le queda tiempo, vaya algún sitio donde patente su gen y póngale un buen precio, por que hombre, si bien el dinero esta en el tercer puesto con la crisis y tal y como esta el patio, es posible que haya ascendido hacia algún puesto más principal y todavía no lo sepamos.
Pero sobre todo si son ustedes romanticotes un consejo si les doy, no cojan esta vez el diccionario de la lengua porque según él la Felicidad "es un estado de ánimo que se complace en la posesión de un bien". Y aquí como verán la cosa se pone un tanto mercantilista.

Concluyendo, al final de todo esta verborrea me toca supongo hacerme la gran pregunta.
¿Soy feliz? Yo diría para alegría de mis amigos y desgracia de mis enemigos que sí, o al menos todo lo que puedo.
Aunque tal vez sea porque para mi la felicidad es como una línea en el tiempo donde se van colocando momentos de alegría y de tristeza. Por eso no se si creo mucho en esos u otros estudios. Desde luego para dirigir mi vida poco, pero puede que sí exista una fórmula individual que hace que cada uno de nosotros seamos más proclives o menos a serlo.

Una primera fórmula sencillita que puede ayudar a recorrer ese camino en la felicidad y mantenerse en él, tal vez sea ser coherentes entre lo que pensamos, lo que decimos y cómo actuamos.
Creo de verdad que esta sencilla fórmula nos traería a menudo más momentos auténticos que nos ayudarían a serenar el alma.
Pero esta es una opinión muy particular y como tal debe ser puesta en cuarentena.
No obstante y por si fuera verdad que la felicidad es contagiosa, les envío una sonrisa. Digo, un millón, aunque seguro que no las necesitan.

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