sábado, 28 de febrero de 2009

Doña borraja







Mira que eres fea pero que buena que estás.

Hoy he recordado, que hace muchos años cuando mi padre preguntaba “¿Qué hay para comer?” y la respuesta era “Borraja” solía añadir contrariado “¿Pero quién está enfermo?”.
Esto podía suceder durante al menos una vez a la semana de cada año que pasé en la casa familiar durante mi juventud. Me costaba comprender porqué mi padre no se había resignado después de tantos años, a comer esa planta representativa de la borragináceas y que tiene un aspecto tan peculiar como humilde.
Yo, que allá por la adolescencia ya me había hecho a la idea de que no quedaba otra, que comer esta y otras verduras si no quería pasar hambre, solía escachar sus tallos peludos hasta hacerlos casi desaparecer bajo la patata y conseguir de ese modo una especie de puré a mano aliñado cruelmente con vinagre y aceite.
El sabor de la borraja es débil y su digestión tan suave que mi padre no iba desencaminado al hacer esa pregunta en doble sentido, porque la borraja, que suele criarse en su mayor parte en Aragón y algo en Navarra, es una planta que pese a su feo aspecto tiene cualidades muy saludables. Hace poco me sorprendió leer que hay países como Francia e Italia donde esta verdura silvestre, de flores, blancas, azules o rosadas la consideran incluso un lujo y pese a su pobre origen es la protagonista de restaurantes que destacan por su buena cocina.
Según rezan algunos textos, la borraja es una verdura de bajo contenido calorífico y su composición es mayoritariamente agua. Su aporte es de vitamina C y de provitamina A, y en ella destaca el potasio, el calcio, el sodio y el hierro.
La planta contiene además mucílagos, un tipo de fibra, y significativas cantidades de flavonoides y taninos, sustancias que le dan diversas propiedades medicinales. (Tal y como mi padre ya apuntaba, no sin cierto sarcasmo)
Además favorece la producción y eliminación de la orina, por lo que resulta aconsejable para quienes padecen hipertensión arterial, retención de líquidos, hiperuricemia, gota, quienes tienen tendencia a formar cálculos renales y en caso de oliguria (producción escasa de orina). Sin olvidar que, su consumo produce un ligero efecto laxante por la fibra que contiene.
Lo novedoso es que en las últimas décadas se han encontrado pruebas que avalan la existencia de una serie de acciones biológicas de los carotenoides entre las que se incluyen efectos beneficiosos sobre el sistema inmunológico o de defensas.
Así que esta verdura fea, es sin embargo una buena guardiana de la salud.
Llegados a este punto diré también en defensa de la borraja que lo mejor que puedo aportar hoy a su favor, es que he encontrado una forma sencilla de cocinarla que le es perfecta para su humilde aspecto. (Una buena noticia para aquellos que como yo pasan por los pucheros lo justito).
Hace unos años es verdad que comer borraja tenía su dificultad porque había que dedicar un tiempo extra a limpiarla y sacarle los tallos, pero hoy en día se vende envasada en bandejas y perfectamente limpia, lo que para personas sin mucho talento culinario o devoción por la cocina nos facilita el trabajo.
La forma de cocinarla es muy simple, por un lado se cuece la borraja con sal y una pizca de avecrem..
Por otro lado se introduce el champiñón previamente laminado con sal y ajo, al horno y se rocía sobre él un buen aceite de oliva. En unos pocos minutos con el horno a fuego alto estará listo.
Finalmente se escurre la borraja y se desecha el caldo (aunque se dice que éste suele tener propiedades vitamínicas, yo nunca lo he bebido), se coloca en una fuente y la rociamos con un poquito de aceite. Sacamos el champiñón del horno y lo ponemos sobre la borraja. El resultado es, delicioso. Así que si pasan por Aragón no olviden conocer a Doña Borraja.

viernes, 27 de febrero de 2009

La perfecta interrogación

La primera vez que la vi, no llamó demasiado mi atención, tan solo pensé que me resultaba un tanto familiar.
Su aspecto era el de una mujer de apariencia frágil y rasgos amables. De hecho, no sobresalía especialmente del resto de personas que forman grupo en el patio del colegio.
Pero sin saber porqué, continué mirándola, asegurándome de que ella no notase que la observaba.
Porque de haber sido descubierta no habría encontrado palabras adecuadas para disculparme.
Me fijé entonces, que vestía un sencillo y clásico traje chaqueta color beige, que acompañaba con una divertida camisa negra, de cuello alto y con un encaje elegantemente abierto, que dejaba de ese modo todo el protagonismo a la simpática gargantilla estilo años veinte que rubricaba el conjunto. En general su aspecto me agradaba, supongo.
Ya entonces, desde el primer momento que reparé en ella, su edad me pareció un lujo y me pregunté cómo se estaría permitiendo vivirla y si ese aspecto tan cuidado que mostraba, estaba o no de acuerdo con sus sentimientos o si más bien iba disfrazada de mujer segura de sí misma.
Tan pensativa me encontraba que casi no reparé en el profundo viaje interior que ocultaba su sonrisa. Era, ¿cómo decirlo? la perfecta presente pero ausente.
No pasaron más de unos segundos cuando, la vi alejarse hacia el salón de actos, hostigué entonces a mi memoria para que me regalase algún fotograma con la información suficiente para comprender que ocurría, pero nada obtuve por respuesta.
Cinco minutos más tarde todo el grupo desaparecía hacia el interior de la sala, y yo regresé en un único parpadeo, a mi estado de consciencia.
Repasé el montón de cosas indeterminadas que tenía que hacer esa tarde y sopesé acompañado con un gesto el número de kilos de cansancio que necesitaba arrojar en el tatami.
Pasada una hora en la que secuestré mis pensamientos, se abrió la puerta y un número no identificado de niños y niñas uniformados comenzaron a salir, unos marchaban correteando al patio, otras negociaban con las madres la vuelta a casa antes de que terminase la jornada escolar. Todos ellos parecían de un modo u otro, contentos.
Ella salió pronto de la sala, entre los primeros, con la niña llamándola y haciéndole carantoñas como si quisiera así comprar algún permiso. Sonreí al verlas y pensé en cual sería la clase de amor que sentiría la una por la otra. ¡Cómo si el amor en su sentido mas verdadero pudiese ser de otra forma que puro e incondicional!.
De no haber sido por las continuas miradas que lanzaba hacia otro lugar hubiera pensado que nada había cambiado tras la función. El viento comenzó su sonata y sentí de repente cómo el frío había insensibilizado mis manos.
Mi pensamiento se había quedado helado también, al tener el extraño convencimiento de que algo había sucedido dentro de esa sala. Nada grave desde luego, pero algo que le había rozado el corazón lo suficiente como para preocuparla.
Me abotoné el abrigo y levanté la vista, fue así que reparé en las profundas ojeras que rodeaban la amable expresión de sus ojos, y por alguna razón que entonces no comprendí bien, una profunda pena me acompaño esa tarde.
Ella siguió caminando, mientras con una mano trataba de retirarse el pelo de la cara. Su marido la acompañaba, había estado con ella toda la tarde, y en el roce de sus manos cuando cruzaban la calle, percibí que esa tarde, lo necesitaba especialmente, pero ¿Se habría dado cuenta él?.
Llegaron hasta el parking que se encontraba embarrado y silvestre. Antes de dirigirse a su coche, se despidió de las otras personas que las acompañaban.
Cuando había dado por supuesto que se marchaba, otra mujer la llamó e intercambiaron una breve conversación que se me antojó tensa.
La vi incomodarse antes de despedirse y sin embargo parecía como si manejasen un afecto diferente al de los encuentros forzados.
Durante la escena, apenas había un poco de luz tratando de escapar entre las nubes negras que acompañaban una tormenta que nunca se detendría, en estas tierras.
Entré en el coche un tanto confundida y triste, no le comenté nada a mi marido, hasta pasados unos minutos. Me sentía mal sin saber muy bien porqué y eso me fastidiaba bastante.

Avanzaron los días y fuimos trazando los caminos más tradicionales. No puedo recordar exactamente cuánto tiempo había transcurrido desde ese día al siguiente. No demasiado, tal vez solo unos pocos, seguramente no llegaba a un mes, pero la Navidad estaba ya cerca. De hecho, recuerdo que había entrado a tomar una manzanilla para descansar un poco tras hacer unas horas extras para Papa Noel. Me encontraba bastante animada ese día, casi diría que incluso tranquila, pero como siempre a esas tardías horas, un justificado cansancio me recorría el cuerpo.
La cafetería, estaba prácticamente llena y me dirigí hacia el fondo donde además de sitio parecía que hubiese también más silencio. Pedí una manzanilla con limón y cuando me la trajeron cogí el tazón entre las manos y dejé que su calorcito las reconfortara.
Tranquila, feliz de no haber programado para última hora las compras de la navidad de ese año, daba vuelta al contenido del primer sobre de azúcar moreno. Un relajante aroma a manzanilla suavizaba un poco el ambiente cargado de humo y gentío. Esperé unos minutos a que la infusión alcanzase su perfecto color ocre. Eché un vistazo al reloj. Las ocho. De nuevo dí vueltas a la infusión para conseguir enfriarla un poco supongo, o para no pensar en nada.
Entonces, un grupo de cuatro mujeres interrumpió mi no pensar en nada. Me giré un poco, para retirar el bolso y dejar más paso. Oí un suave “gracias” y levanté la vista.
“El destino supongo” me dije a mi misma casi sonrojándome pero sin sorprenderme de mi comentario. Las percibía a todas ellas al mismo tiempo como una foto de grupo, tenían entre trentaitantos y cincuenta años, un grupo de cuatro mujeres en apariencia igual al que podía estar en ese momento en cualquier otra mesa de la cafetería.
La razón por la que habían quedado esa tarde estaba clara, o eso me pareció a mí, puesto que también ellas portaban bolsas de regalos.
No me hubiese preguntado nada más, de no haber sido por que ella, la perfecta interrogación, la mujer misteriosa del colegio, estaba entre ese grupo.
Supongo que no pude evitar seguir allí más tiempo del que en realidad me era conveniente. Todo empezó, sin yo quererlo, así que sin quererlo y de un modo diferente al esperado termino también.
Comenzaron a sentarse sin demasiado protocolo, y aunque no estaba segura de la clase de lazo que podía unirlas, me pareció casi un juego tratar de adivinarlo. Mis sensores auditivos se actualizaron en su última versión y lo juro, no se si estaba haciendo lo correcto, pero permanecí allí tratando de comprender lo que le estaba sucediendo a mi “perfecta interrogación”.
Ya no me pareció tan misteriosa, ese sentimiento familiar que había tenido hacia ella la primera vez que la vi, se seguía ratificando esta segunda vez. Era como si en el fondo supiera que aún sin información precisa, lo supiese todo sobre ella y empecé a sentirme casi como si fuera ella.
Yo no participaba aparentemente de su conversación, pero sí lo hacía más de lo que en esos momentos era capaz de comprender. El asunto en cuestión (que me acaloró), comenzó como algo trivial una mera información donde opinar diferente era sencillo y no tenía porque levantar ninguna suspicacia.
La vi salir al ruedo de una forma que me pareció digna, ella templada en sus comentarios, como de res mansa tratando de reconducir la conversación hasta el burladero
(Hasta que no llegué a casa más tarde y pensé en ello, no entendí porque la imaginé en un ruedo sola, completa y tristemente sola.)
Su tono era tan suave en la conversación que francamente, no reparé en que comenzaba a sonrojarse y sus manos casi siempre heladas parecían cobrar una ardiente e inusual temperatura. De no haber estado tan involucrada en las palabras me habría podido fijar mas en los signos y el aparente tono suave no me habría confundido. Habría comprendido, que acorralada y cuestionada de aquella manera por sus pares su inconsciente comenzaba a prepararse para un ataque frontal.
Ella utilizó palabras duras para su defensa, reales pero duras, y enseguida se dio cuenta del poco sentido que tenía haber entrado al trapo, todo lo que sabía le vino a la cabeza. Todo, lo que las otras ignoraban.
Hubiese sido fácil decir “tengo prisa” y marcharse, pero también habría sido evidenciar lo que no era real. No podían derrotarla, ya no. Ella era ahora mucho más real que la otra, o mas bien la otra comenzaba a fundirse dentro de mi misma tan sutil y delicadamente como la había percibido. La perfecta interrogación me dije, y deseé caminar hacia la oscuridad de la noche, como si nunca antes de aquel día me hubiera encontrado con nadie tan parecido a mí.

martes, 24 de febrero de 2009

Duelo cerrado




Ojalá por fin encuentren su cuerpo. Trece años y es ahora cuando el reo dice que su secuestrado saltó intentando huir desde la ventana de la casa en que lo mantenían oculto y el solo ya ven, se mató. Luego lo enterró. (Ocultó el cadáver, supongo)
¿Le habrá iluminado esta vez Dios para que diga la verdad? ¿Estará negociando algo con su abogado? ¿Será desgraciadamente algún tipo de argucia?. Ignoro la razón por la que habla ahora pero deseo que haya algo de verdad en lo que ha dicho. La suficiente para encontrar los huesos y devolvérselos a su familia. Se lo llevaron de Zaragoza a Mont Ventoux, en la Provenza al sureste de Francia. Bonito lugar para morir supongo (a los pocos días). Llevan buscando su cuerpo desde Noviembre, la prensa nos lo cuenta ahora ¿lo sabía ya la familia?.
Su madre, la del secuestrado ya murió hace un tiempo, con la angustia de no saber y el alma rota, seguro. Me imagino que mientras vivió, habría días en los que pensaría que su hijo estaba muerto y otros en los que se levantaría con la esperanza de que tal vez anduviera por ahí desorientado después de huir de sus secuestradores y un día alguien de buena fe (sí gente buena porque todavía queda gente así) lo ayudaría a volver a casa. Soñar es a veces la única esperanza.
Sobre su desaparición circularon en esos años rumores especialmente maliciosos para la familia, barbaridades sin venir a cuento, hipótesis que debieron dejar de serlo a los pocos días. Pero ya se sabe lo que gustan los rumores, en un país con su cuota de gente infame.
Me pregunto si tales estupideces salieron la barra de algún bar y si quien los iniciaba tenía más de una neurona. Lo que es seguro que empatía, en absoluto. La familia se hartó en su pena, de desmentirlos, digo.
Hoy, he recordado cómo ante uno de esos malintencionados rumores su yerno contestó haciendo alusión a una película de Harrison Ford en la que desaparece su mujer y le dicen que tal vez se ha ido por voluntad propia “debe usted estar hablando de su mujer”. La familia siempre defendió la hipótesis del secuestro. La única posible en ese caso. Pagó para salvar la vida de alguien que ya estaba en otra vida.
Han seguido adelante, con el alma rota, esto no hay que olvidarlo y desubicados porque, ¿cómo quedó su mujer durante todos estos años? ¿Le reconocieron su viudedad? Supongo que quedó en ese limbo donde quedan las víctimas de delitos no resueltos.
No tengo idea pero es evidente que no tuvo que ser fácil para ella, ni para sus hijos o los nietos que ya nunca conoció.Por eso hoy me alegro por ellos, por que haya una nueva razón para que sigan buscando el cadáver de Publio Cordón. Por que si bien queda claro que nada le devolverá la vida, lo menos que puede devolverle un país a un ciudadano es el derecho a un duelo cerrado. Ojalá encuentren su cuerpo. Ojalá podáis encontrar ya un poco de paz

sábado, 21 de febrero de 2009

La emboscada

Por fin lo había dicho, no estaba seguro de dónde había sacado aquel razonamiento, pero debía ser algo con lo que llevaba conviviendo un tiempo largo, porque si no, no lo habría pronunciado de una manera tan clara y tan pausada. De hecho, en otras ocasiones se habría dirigido a su socio en otros términos más fuertes, le habría devuelto un exabrupto como hacía él y punto. Algo al estilo de “que te jodan” y el otro habría alzado la voz todavía más, hasta que de nuevo, él hubiera intervenido para decirle por enésima vez, “baja la voz, tú eres el primero en informar de todo al enemigo con tus gritos”
El tono de voz de su socio siempre había sido superior en decibelios al resto de las personas que conocía, era parte de su ser, una forma de funcionar que le ponía la adrenalina a tope y le obligaba a estar siempre a la defensiva, para gracia o desgracia de los que le rodeaban.
Pero bueno, se trataba de tíos ¿no? Yo golpeo, tú la esquivas.
Sin embargo ese día, se dio cuenta de que estaba cansado de esa forma de relacionarse tan alienante, aunque eso sí, lo hizo de forma casi inconsciente. Primero fueron las palabras y sólo después de escucharse así mismo fue cuando tomó consciencia de su situación. Sabía que hablaba en serio. Lo sabía él y lo sabía su socio. Porque por primera vez después de contestarle no supo qué responderle y calló. Se hizo un silencio que en ese momento le pareció una eternidad, incluso se atrevería a decir que el efecto de sus palabras le habían cambiado el rictus haciéndole pasar del cabreo al arrepentimiento.
“¿Sabes? El día que deje de contestarte empieza a preocuparte, porque significará que te doy por perdido”. Y se lo había dicho tranquilo, sin acritud, casi con pena como si aquella frase le hubiese venido a modo de revelación. Y luego se fue con la agridulce sensación de haber envainado su afilada espada a tiempo. Porque eso es lo que había pensado siempre, que las discusiones entre ellos eran como un ejercicio mental entre espadachines, donde después de todo nadie salía herido de muerte. Pero debía estar haciéndose viejo, porque un comentario estúpido le había molestado ese día sobremanera y sin embargo, en mitad del recorrido había recogido su espada y soltado aquella frasecita que en otros tiempos habría achacado a alguien de carácter más débil.
Sería eso. La edad. Ya no le iban las emboscadas verbales. A partir de ahora dejaría la espada en casa y se presentaría a cuerpo ante su socio. Veríamos que tal le iba así sin el filo siempre apunto y con la crisis por delante…con la crisis y los traidores que quedaban dentro la redacción.
Se dirigió por última vez ese día al redactor jefe para darle las últimas instrucciones sobre el número de esa semana y luego se marchó. Apagó la luz de su despacho y dejo una nota sobre la mesa de su socio. Entre medio de la nota asomaba una carta, un ll “el caballero de las espadas”.

jueves, 12 de febrero de 2009



Quedémonos aquí con el calor enfermo del invierno
bajo el dominio impune de los astros,
donde pace serena la mañana
y la noche sumisa se ha dormido.

Amémonos aquí rompiendo los silencios,
como se aman vencidas, las cumbres y las nubes
ante el agua de lluvia derramada
en los ciclos finitos de la vida.

miércoles, 11 de febrero de 2009

IRENE VILLA

Querida Irene,

Leo que te marchas, que abandonas. Dices que te sientes dolida, maltratada y denostada, y al leerlo, soy yo la que se siente mal. Golpeas mi conciencia porque aunque siempre me fue fácil empatizar con las víctimas de esa sinrazón, debería haberte escrito antes y no lo hice. Me debieron entretener otras cosas supuestamente importantes, ya ves que excusa más pobre.

Hoy compruebo con pena, en el dolor que me transmiten tus palabras, que ninguna excusa me justifica. Llevas muchos años (déjame que incluso en este caso) no diga luchando sino trabajando por todo un pueblo y sus derechos más básicos, más importantes.
Permíteme que te diga, niña, (así es como te conocí en televisión en tu despertar adolescente) que nada que nace desde el altruismo y la generosidad es nunca, en vano.
Me ha llegado tu mensaje y tu trabajo. Hoy me tomo este tiempo para reconocértelo y decirte que te respeto que entiendo tu decisión. Si lo resumiese te diría simplemente, gracias Irene.

A veces le hablo a mi hija de mujeres importantes y desconocidas (quiero decir mujeres que se respetan así mismas y aportan valor a esta sociedad desorientada). Bien, pues quiero que sepas que cuando la encuentre receptiva, (va cumplir esa edad “doce” donde las niñas sueñan con sus primeros cambios físicos y juegan a buscarse entre “trapos” a la moda, justo esa edad dónde alguien quiso sacarte de un bombazo) le hablaré de ti, Irene, de cuánto has hecho por este país anestesiado por el miedo y el rencor. Sigue adelante con tu vida niña, una vida digna y moldeada a base de operaciones y dolor en esos años en que deberías haber estado pensado en que la vida es como una película en que al malo siempre lo atrapan.

Ahora puedes permitirte, ganar o perder en las pistas de ski deslizarte por la ladera sintiendo la libertad a tus pies porque estas viva y has sido amada por tu madre. (Dos años después de escribir esto leo que se ha ido a Toronto.
También la comprendo a ella, no te deja a ti claro, eso es imposible, nos deja a nosotros y sabes; hace bien en ir donde desee estar. Tu sigues aquí y en el reportaje sales sonriente y preciosa…me alegra saber que estas tan bien)

Siento no haber estado como española mas receptiva a cerca de cuanto necesitáis que manifestemos de algún modo nuestro apoyo a las víctimas .Una parte de mí estará siempre en deuda contigo.

Yo tengo una pierna que tu no tienes pero tu tienes el coraje y la templanza que a otros nos ha faltado.
Se feliz Irene, es una opción y tu derecho. Pudiste haber entregado tu alegría, tu decepción por el ser humano en aquel atentado que rompió tu despertar adolescente, pero elegiste apostar por la vida con sus contradicciones, injusticias y claro oscuros. No te equivocaste.

Supongo que mucha gente se uniría a este abrazo que te envío desde este lugar en la red.

Yes, we can!

INGLÉS a la carta

Come and enjoy yourself!

Aprende vocabulario inglés de una forma entretenida.

Tarjetas interactivas que nos ayudan a avanzar.

"Me gustó la web quizlet, y enseguida me animé a preparar material para mi propio aprendizaje. Si quieres mejorar tu vocabulario y no tienes tiempo de preparar tu propio material, puede que este sitio te interese. Ve a "Sets" en Come and enjoy yourself!"

Gracias por visitar este blog ¡ Que tengas un buen día!."

"Gacela" (Lux)