martes, 17 de marzo de 2009

¡Arde Valencia! ( I )




El cielo ha dado una tregua a este invierno gris y persistente. Es lo que pienso mientras circulamos por la autovía mudéjar, con el sol entrando a cuchillo por la ventana del copiloto y los almendros en flor dispersos por los campos de Cariñena, anunciando la primavera que ha de venir en tan solo unos días.
Tenemos por delante un fin de semana entonces azul y luminoso. Vamos al encuentro de una ciudad brillante y colorista donde seguro echaremos de menos no tener la mirada ágil del artista, el secreto de sus ojos y la capacidad de sus manos.
Llegamos al caer la tarde, cuando las arterias de la ciudad están con una densidad de tráfico considerable. El Mestalla se queda a la derecha pero no será hasta el día siguiente cuando la zona quede caótica durante unas horas, aunque saldremos enseguida, bastará con indicarle a la policía el nombre del hotel, entrar y salir y volver a entrar para salir de nuevo, y así varias veces hasta llegar a destino en sentido contrario.
Pero incluso con ese pequeño inconveniente para el turista que ha de manejarse estos días entre calles cortadas y gentío, Valencia te engancha.
Te engancha por la estampa dulce de las falleras que recuerdan los cuadros costumbristas de Sorolla y la especial forma de pintar de sus demás artistas, en ese juego con la luz mediterránea y el carácter específico de sus gentes.
Valencia es ahora un ir y venir de grúas y ninots. Brazos de gigantes dimensiones y todo tipo de seres fantásticos, reales o caricaturizados, envueltos todavía en plásticos esperando a ser colocados con la máxima perfección, allá donde imaginó el artista fallero.
Es la plantá y aunque por ello no esté Valencia en todo su esplendor, la música ya se escucha en muchas de sus calles. Casi cada falla tiene su casal y su verbena correspondiente que acompaña a los voluntarios u operarios de turno que trabajan con ahínco sobre la media noche, para que todo esté colocado a tiempo. Más de 300 calles por las que descubrir estampas falleras y sus historias, con humor o sátira.
Se viven mascletás en la plaza del ayuntamiento y se siente alegría por esas calles adornadas con guirnaldas de bombillas y lugares rebosantes de tapas, valencianos y turistas.
Desde que llegamos y hasta que nos vamos, Valencia parece una ciudad sitiada por las vallas amarillas del arroz La fallera, los coches de policía y por el continuo explosionar de los petardos. Unos tímidos y otros que te hacen temblar la caja torácica, pero pronto nos acostumbramos y avanzamos por sus calles con el peculiar sonido de esta tierra sin el menor inconveniente.
Sorprende Valencia por su contraste entre lo antiguo y lo moderno; el mercado central el mercado de colón, el ayuntamiento, la catedral, la lonja, la torre de los serranos, la ciudad de Artes y la ciencias o el cauce del Turia con su río oculto y que ha quedado en la actualidad como un corredor verde, a disposición de sus ciudadanos. Todo un ejemplo.
El fin de semana pasa volando y de regreso a casa nos reconocemos tocados por su encanto. Lo hemos pasado francamente bien, incluso mejor que bien.
Claro que no se ha tratado solo de la belleza de sus calles, su historia o la magia de su luz, tampoco se ha debido únicamente a la alegría que se respiraba o al ambiente festivo con aroma a maicena mezclado con pólvora, o a sus deliciosos buñuelos acompañados de zumo de naranja, lo que ha hecho de Valencia una ciudad especial entre mis favoritas. Porque, lo confieso, hemos jugado con ventaja y lo que más nos ha llegado de esa tierra, la flecha que ha dado en la diana, ha sido sin lugar a dudas, la buena compañía de los valencianos que nos recibieron y nos mostraron lo mejor de su ciudad, el calor a la conversación de todos ellos, el sabor de la paella de alguien que se comportó como un amigo, la afectuosa despedida…pero sobre todo que Valencia es, la ciudad de, ¿Cómo llamarlos?, mis niños de Pilar, creo que así está perfecto, que valdrá digo, para que ellos me entiendan si me leen.
Y al pensar en ello siento gratitud…
Pero si ustedes no cuentan con esa suerte, la de conocer a esta categoría de Valencianos, no dejen de igual manera, de darle una oportunidad a Valencia y sus fallas. La merece. Y ahora es cuando respiro hondo y reconozco que me alegro de que Valencia esté en España y seamos tan distintitos o tan iguales y que contemos con un futuro común que algún día habrán de habitar nuestros hijos, construido espero con la fuerza del respeto y la consideración.
Arde Valencia, pero con las fallas y que tu luz llegue bien alta para que sea posible verla desde cualquier punto de España.

2 comentarios:

carlos sierra dijo...

Angela, a ver cuando me pones los pelos de punta hablando de nuestra ciudad tal como hablas de Valencia.Me ha encantado como la has descrito.Meparece que por fin alguien habla de los valencianos como yo los veo.

L u x dijo...

Tomo nota...

Yes, we can!

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