domingo, 1 de noviembre de 2009

Dia de difuntos. Dia de quienes amamos.

Acompaño a mi madre y a mi marido hasta el cementerio. Digo acompaño, porque en realidad son ellos los que tiran de mí y yo la que voluntariamente voy. El puente de tres días hace que haya en el campo santo casi más policía que visitantes. Pero nadie puede negar que estos días se cumpla con la tradición. Son muchas las tumbas que hoy tienen flores frescas recién puestas. Observo a mi madre limpiar el bronce (tiene que ser ella quien lo haga) y echar agua a las flores, para después abrir con sumo cuidado los capullos casi cerrados de alguna de la flores.
Me admira. La importancia que le da al ramo, ese que casi ningún año se lo preparan exactamente como pidió y eso desde luego, la enfada un poco. A mí casi no me importa porque pienso que tiene un lugar donde dirigir la frustración de las ausencias y su sentida tristeza, y eso seguramente le hace bien.
A Dios gracias mis padres hicieron lo que podemos llamara un “agrupamiento familiar” hace unos cuantos años y esto nos facilita ahora mucho las cosas. Debieron pensar que si nos dejaban en herencia todas esas tumbas diseminadas por el cementerio no seríamos capaces de rendir el culto que merecen y se animaron a comprar una parcelita como morada para nuestro final en la tierra. Y aquí estamos adecentando el lugar y rezando.
Le pido a mi madre que enumere a que familiares tenemos ahí y desde luego son unos cuantos. Creo recordar que cada año le hago la misma pregunta. Me gusta supongo que ese día en concreto la responda es una forma sencilla de recordarlos a todos sus seres queridos en voz alta.
Tengo un hermano que se acostumbro de niño a ir al cementerio con mi madre y ahora para él, este lugar no le impresiona más que cualquier otro lugar tranquilo de nuestra ciudad.
Yo también recuerdo haber acompañado varias veces a mi madre a la tumba de uno de mis hermanos que murió siendo un niño y antes de que yo naciera, sin embargo eso no hizo que yo le perdiese el miedo a ese lugar. Pero cuando murió mi padre hace unos años, el cementerio dejó de ser para mí un lugar tan inhóspito, si bien no podría explicar porqué.
Por eso en días como hoy me dejo llevar junto a nuestros fallecidos, sin demasiado problema. Y aunque es bien cierto que siento el mismo respeto o recogimiento que cualquier otro día del año, acompañar a mi madre en su tradición, hace que luego me sienta una persona un poquito mejor.
No necesito esta tradición para recordar a mi padre, lo hago cada día de mi vida desde que me levanto. Pero a veces las tradiciones, supongo que sí necesitan de nosotros. Por eso escribo de ello en el día de Todos los santos, víspera de Difuntos. Para enviar mi cariño a todas las personas que como mi madre no olvidan a quienes les amaron.
Y aceptando la petición de Lourdes, una amiga que hace solo unos días, me sugirió que algún día colgase en el blog las últimas palabras que le escribí a mi padre, traigo hoy la carta más breve y sincera que jamás he escrito y que fue leída un catorce de febrero de hace cinco años en la abarrotada iglesia donde celebramos su funeral.
La traigo hoy hasta aquí pues, como recuerdo a quienes quisimos en un día como hoy cuando se apagó su luz y nos quedó todo su amor.



Querido papá,
Nosotros seguimos siendo aquí, seres en busca de la respuesta más difícil, y tratamos torpemente de aceptar la muerte para comprender mejor la vida.
Duele sentir que tu viaje iniciado, te aleja en apariencia de nosotros, pero consuela saber que ahora, envuelto entre las luces más hermosas, brillarás para siempre junto al
Gran Creador. (Dios recibe a sus hijos con amor inconmensurable y esa otra vida que ahora estrenas es simplemente paz).

A partir de hoy, regresarán a nosotros recuerdos entrañables y seguirás dándonos más de ti, a través de quienes te conocieron y supieron apreciarte.
Nos has dejado tu vida escrita de la mejor forma posible, con texturas, con colores, con volúmenes...
Ese y no otro, era el auténtico lenguaje de tu alegría, y de tu tristeza, volviéndola materia, simplemente la compartías.
Eras un sensible hombre de carácter, generoso y sabio, que nos permitió aprender con su ejemplo muchas cosas importantes de la vida.

FORTALEZA y SENSIBILIDAD para vivir creando, FORTALEZA y SENSIBILIDAD para aceptar tu ausencia.

Hoy todos nosotros, tu familia y tus amigos, te damos las gracias por haber sido sencillamente Luis.

Con la voz de tus nietos me despido y con ella te digo: te quiero mucho papá, cuidaremos de mamá.






“Todo vacío queda en su silencio,
y en mi vida un Goliat se hace mas fuerte.
Nada ocupa tu espacio, don creativo,
porque es nada y es todo tras tu partida.
Acostumbro a mi piel a no sentirte,
mejilla con mejilla, besos al aire,
me los devuelves todos sin remitente.
Alas de mariposa sobre mi llanto,
colores nunca vistos en polvo etéreo
formando un arco iris, hasta tu cielo.
Hoy siento tu regreso sobre mis días,
a veces de levante, a veces cierzo,
viento arremolinado sobre mi pena.
Respiro puro el aire de este paraje
donde todo parece casi perfecto,
mientras le pido a Dios y a las estrellas
que acompañen mis noches y sus temores,
pues convicta es la letra que me recuerda
lo frágil de un segundo con el que muere
toda una vida entera con sus amores.
Todo queda vacío con tu silencio,
y en mi vida un Goliat se hace presente”

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