miércoles, 24 de junio de 2009

Un campamento cerca de las estrellas

A todos los nacidos en los años 60 y que no han conseguido que sus hijos duerman en tienda de campaña...y a los que sí lo han conseguido pues también, pero sobre todo, a quienes quieran recordar su primer campamento de verano bajo las estrellas y no les importe volver a ser un poco niños.

***Cuento infantil***

En especial para mis miniamigos preferidos : Carla A., Alvaro A., Sara B., Paloma P., María Pp.,Paloma A., Candela T., Alvaro T. con todo mi cariño.

UN CAMPAMENTO CERCA DE LAS ESTRELLAS

(O ¡15 dias chupi-guay!)

Cuando mi mamá no era la mamá de Teresa, llevaba gafas y coletas, (a veces también se dejaba flequillo) y el pelo castaño, brillante y lleno de enredones a los que llamaba higos. Cuando mi mamá digo, era alta hasta darse con los pomos de las puertas en la frente y delgada como el palo blanco de un chupa-chups , se llamaba Candelita.
Mi mamá que solo era María Candela cuando se portaba fatal, traía unas notas estupendas a casa, para que sus padres se pusieran contentos y le dejaran ir de campamentos con sus amigas del colegio. Porque para Candelita los campamentos eran una cosa estupenda y también un poco tristes, pero solo una chispa.
Ella, que era bien espabilada o lo aparentaba cuando le interesaba, se encargaba personalmente de que la carta que le daban en el colegio con la información sobre los campamentos de verano, no se perdiese por el pupitre, ni entre los asientos del autobús, ni en la cocina de su casa y por eso, cuando llegaba a casa, cogía un boli bic de color rojo y dibujaba una X enorme justo en la casilla donde estaba escrito:
“SI Autorizo a mi hija para ir de campamentos” o algo así.
A su hermano Pablito solo le enseñaba la carta de lejos, bueno de muy lejos, no fuera ocurrir que como era pequeño con un renacuajo de charco e inexperto del todo, la fuera a estrujar o a manchar o peor, la rompiese en mil pedazos. Eso sería terrible para Candelita si sucediese, más que una semana sin chuches o un mes sin tele, porque entonces tendría que pasar todo el verano sin ver a sus amigas y sin un plan mejor que discutir con sus hermanos sobre cualquier cosa.
A Candelita le gustaba leer y releer toda la lista de cosas que tenía que llevarse al campamento, para no olvidar nada; la mochila roja, por ejemplo, la linterna con pilas nuevecitas , el gorro blanco donde estaba escrito en letras azules “Recuerdo de Broto”, ¡Ah! y una cantimplora verde aguacate que le encantaba, pero solo hasta el momento en que veía la de Paloma que era redonda como un disco de ABBA, y tenía rallas de color rojo blanco y negro. No podía evitarlo, justo en ese instante descubría que las cantimploras podían ser también redondas y ella deseaba con todas sus fuerzas que su cantimplora verde aguacate dejara de tener forma de pera, pero eso, no ocurría nunca y un año tras otro siempre llevaba al campamento la cantimplora con forma de pera y color aguacate.
Mi mamá también se preparaba las botas de montaña, unas que siempre le pesaban mogollón porque no eran blandas como las chirucas y que además, le hacían rozadura porque le iban grandes o pequeñas, según el año. Cuando Candelita tenía siete años su pie era por lo menos del número 32 y eso no solía coincidir con las botas, que por ser las primeras habían sido compradas unos meses antes de ir al campamento.
Por supuesto, ella se llevaba también abundantes camisetas de manga corta y pantalones de color aventura, y se ponía crema de protección solar y mucha loción para que no le picaran los mosquitos, que en las montañas los hay a miles de millones por que todo es muy, pero que muy verde.
Y es que Candelita, que aunque estaba flaca tenía un cuerpo con muchas partes; cabeza, tronco, extremidades de brazos y piernas con sus pies y sus cinco dedos en cada uno, se olvidaba de que también tenía orejas porque no podía verlas, ya sabes lo normal, y Zasssss, justo el mosquito impertinente le picaba ahí, donde no se había puesto la loción antimosquitos, por despistada. Nunca supo mamá como se enteraban los mosquitos de que en las orejas no había loción. Probablemente uno se fijaba y se lo contaba a los demás, porque siempre, siempre aparecía con más de un picotazo.
Si a ti no te pican los mosquitos es porque no te has ido tan lejos como se iba mi madre que dormía y todo allí, en las montañas del Pirineo donde la luna que era enorme y luminosa, casi se clavaba en los picos de las montañas. Unas montañas gigantes que cuando anochecía, podían recortarse con una tijera para hacer su silueta y donde había un cielo tan enorme, que era como si todas las estrellas del firmamento infinito, hubiesen acudido allí a una fiesta y por eso estaba multi estrellado.
Por si no lo sabes, te lo digo yo, cuando te vas de campamentos “campamentos” duermes debajo de una triángulo de tela y dentro de un saco enorme y cuando te metes en él, todo el mundo se parece a una salchicha en pan bagette. Cada tienda podía tener hasta 6 salchichas, sin salchichón. Eso significaba que no había monitoras contigo en las tiendas de campaña. Solitas bajo las estrellas y con un mónton de tiendas de campaña en círculo, así es como dormían.
En el Pirineo se está fresco incluso cuando hace calor, o eso le parecía a mi madre que es bastante friolera, y hay mogollón de tormentas con sus relámpagos que encienden todo el valle, y truenos como cuando te enfadas en casa y das un portazo y papá entonces se enfada también y empiezan los gritos, y son tan fuertes que se parece a una tormenta de verano, pero en el salón de tu casa.
No se si te he contado que Candelita era una niña valiente que no tenía miedo de los truenos ni aunque le tocara a ella dormir en la tienda de campaña al lado de la puerta, bueno de la puerta que no es una puerta, porque ya te dicho que la tienda de campaña es de tela naranja y sobretela azul para no mojarte cuando llueve y lo que tiene es una cremallera que hace de puerta.
Lo que a Candela sí le daba un poco de miedo era que alguien le pisara sin querer la gafas de montura metálica, por que entonces no vería quien estaba con ella dentro de la tienda y a lo mejor se colaban gamusinos o sarrios o lobos, pero eso la verdad, no ocurrió nunca.
Mi mamá era muy valiente, te lo repito por si no te has enterado, aunque a veces lloraba un poco pero eso si, sin hacer Buaaaaaa, sino más bien en silencio que es como lloran los valientes, pero es que se acordaba de mi abuela, que era su madre y que no iba al campamentos por que de campamentos solo puedes ir si eres hijo. Así que a veces se le escapaban mas o menos siete lagrimas, o eso pensaba ella. Pero enseguida llegaba la lágrima numero ocho que era de risa y brillaba más, porque sus amigas le hacían reír mucho y entonces se olvidaba un rato de sus padres porque se lo pasaba chupi-guay, contando historias de miedo alrededor del fuego que hacían con leña y hojas secas y gastándose bromas.
En esos campamentos no existía Internet, ni móviles, creételo aunque suene raro, así que cuando pasaban ocho días o cuatro o los que fueran, Candelita recibía una carta a su nombre dentro de un sobre que llevaba escrito en letras grandes :
Candelita Puentes Miravelles.
C/Campamento Virgen del Camino.
Oto. Huesca.
Nada de código postal, por que cuando mamá era pequeña las cartas no necesitaban código, supongo que porque los carteros eran lo bastante listos y se sabían los lugares de memoria. Mamá se ponía entonces, muy contenta y habría la carta a toda velocidad, pero enseguida tenía que correr menos porque casi no podía leer lo que ponía su padre, que es mi abuelo por si no lo sabías, porque su padre tiene una letra muy artística, tanto que no se le entiende nada bién, pero a Candelita le daba igual y dormía con la carta debajo de la cabeza, imaginando lo que quería decir.
Cada día del campamento esperaba una carta de sus padres aunque no siempre llegase una, pero así es la ilusión cuando tienes seis o siete años, supongo que te crees que tus padres no tienen otra cosa que hacer que echarte de menos.
Los días de excursión en el campamento a mamá le parecían un poco difíciles, porque lo de andar no le íba mucho y porque había que atarse bien las botas, no olvidarse de coger el chubasquero y ponértelo a la cintura, además tampoco podías olvidarte de la cantimplora con forma de pera porque sino, era fácil morir de sed con el pesado sol de la montaña, o eso es lo que ella se pensaba. Pero también se te podía olvidar ser lista y entonces ocurría lo inevitable y te bebías toda el agua en la primera parada a la sombra y horrorrrrr también te podías morir de sed si la excursión no había acabado y te quedaban por andar otros diez kilómetros, aunque eso casi no ocurría nunca y cuando ocurría tu mejor amiga te dejaba chupar de su cantimplora aunque luego le diera un poco de asco y todo eso. Pero cuando regresaban de nuevo al campamento, cansados y sucios, mi mamá siempre se alegraba de haber ido a esa excursión, porque se sentía más fuerte, más mayor, como orgullosa de sí misma.
Mi mamá me cuenta que en un campamento pasan cosas muy divertidas, que se juega mucho rato con un montón de niños que lavan su ropa en el río y que se acuerdan también de su papa y su mamá pero que entonces, cuando pasa eso, cantan juntos y otra vez están contentos.
Suena guay. Dice que las monjitas le dejaban quitarse los calcetines y las botas y meter los pies en el río, incluso le dejaban mojarse el pelo. ¿Cuánto hace que no metes tu los pies en un río o no ves un monja? Yo bastante, la verdad.
Pero lo que no le dejaban, y esto es importante, apréndetelo bien, era beber agua del río aunque estuvieses muerta de sed, porque si bien el agua venía de la nieve blanca de las cumbres , lo que a tí podía parecerte un gracioso barquillo de paja flotando, era en realidad una boñiga de vaca que es como se llama a la caca de la vaca en el pirineo. Aunque esto no sé si creérmelo.
Suena divertido eso de ir de campamentos, ¿no te parece? pero yo no he tenido tiempo de comprarme saco de dormir y aunque tengo una tienda de campaña roja con puerta-cremallera, creo que este año la montaré en el jardín para dormir la siesta cuando vuelva del campamento de DIA, por que si te fijas, campamento de DIA, D I A, es solo de día y no hace falta quedarse a dormir, aunque yo también sea muy valiente como mi mamá y me guste mucho meter los pies en el río.
Y esta es la historia de Candelita que un día llegó a ser la madre de Teresa. He dicho.

4 comentarios:

Chesus dijo...

Hola,

Me ha gustado y me ha emocionado mucho este cuento. He llegado a él buscando en Internet el campamento Virgen del Camino, donde yo también pasé muy buenos momentos de mi infancia.

Un saludo

L u x dijo...

Gracias por dejar tu comentario en este blog, cuando lo escribí para mi hija hace ya unos cuantos años ni siquiera tenía este blog y me ha sorprendido ver el número de visitas en este post.
Lo pasé bien es cierto y me alegra mucho haberte emocionado un poquito recordando esa época.

Saludicos

Anónimo dijo...

Me ha encantado esta entrada... qué recuerdos en el campamento Virgen del Camino!

Les envío para su recuerdo vídeo grabado allí hace más de 20 años! (aunque no tiene mucha calidad es precioso).

https://www.youtube.com/watch?v=rcebCvttelA

Espero que les guste!

Un saludo,

L u x dijo...

Ahí queda tu comentario, es genial ver como disfrutaban los niños de entonces!!! Aunque mi época más cerca del paleolítico supongo, ni siquiera teníamos esas casas-campaña, era pura tela pero el paisaje igualmente majestuoso y la felicidad de los niños, contagiosa...Bonito video.

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