Leo todas tus frases apresuradas y escuetas como tormenta de verano. Todo tu mundo, apenas en unas cuantas hojas y me voy contigo hasta donde te nacieron las pausas más solitarias y la premura infinita. (Pienso en si soy capaz de reconocerte de ese modo, después de tanto tiempo...)
¿Cuánto de lo que yo creía sobre ti sigue intacto después de leer de nuevo tu diario?
Todos los interrogantes posibles, los transpiro cuando lo termino y flotan sobre mi como globos con sus cestas de mimbre elevándose hacia el cielo.
Pongo entonces, un poco de distancia entre tú y yo para poder imaginarte de nuevo exactamente allí, donde ahora veo desde mi terraza cómodamente sentada, las cumbres pirenaicas envolviendo un Sallent anciano que parece despertar a una pubertad tardía.
Desde esta distancia, el pueblo se me antoja la parte más noble de este valle, como tu alma niña. Me parece tan pequeño y vulnerable… Solo un bosquejo capaz de ser borrado en cualquier momento que el azar se empeñe en aparecer atemperado. Sin embargo, cuando desciendo hasta sus calles empedradas y respiro el olor tiznado que sale de sus chimeneas perfumadas en leña, me parece un lugar repleto de recursos, capaz de enfrentarse a cualquier inclemencia que esté por venir y siento al contemplarlo, los rayos mas calientes y un viento impertinentemente frío al mismo tiempo.
Así es como yo te recuerdo a ti niña, como un pequeño pueblo en un grandioso valle. Casi nada parece entonces realmente como fue, si me permito revisar mis sentimientos desde esta cima, habiendo ya caminado las sendas de mi propio pasado adolescente y también aquellas que me han conducido irremediablemente hasta la mujer que hoy soy.
Querido amigo, decías al comienzo de cada página del diario adolescente y algo tan sencillo nunca me pareció sin embargo una frase hecha. Pero no creo que pensases en género alguno al dirigirte a él. Ni que hubiese tampoco en ti intención de encontrarte con alguien o algo algún día. Hoy sé que todo aquello y todo lo que nunca seré capaz de recordar, eran guiños que te hacías a ti misma. Si me voy contigo de nuevo, línea a línea volviendo a perfilar tu imagen tal y cómo se grabó en mi alma en esa época, siento ganas de correr hacia ti y llenar tu mochila de la vida con chubasqueros de colores, brújulas, planos de lugares inimaginables, y antimisiles…y protegerte de lo que te ha de venir. De lo que más te dolerá y llegará a rasgarte el corazón.
Pero si dejo que todas esas líneas manuscritas que dibujan tu pasado, vengan hasta mí como si de la primera vez se tratase, no es correr hacia ti lo que deseo, me es suficiente con dejarte simplemente ser y contemplar tu vuelo delicado e imperfecto, como el de una mariposa de vivos colores que insinúa con suave aleteo sus abstractas rutas jamás pensadas de antemano.
Cuando regreso de este modo a ti a través de tus palabras, quisiera poder contarte todo lo que he descubierto a lo largo de estas cuatro décadas acerca de tu sencilla vida. Concederte otros puntos y otras comas, cerrar interrogaciones....quiero decirte, que esa montaña rusa emocional a la que te subiste (ninguno se libró de ella) no tiene un trayecto infinito para nadie y que en tu descenso hubo más amor del que te atreviste a pensar en esos frágiles días. Amor en mil formas diferentes y que después de todo, sí que encontraste el camino que te conduciría al amor verdadero. Ese amor con el que siempre te sientes bien aún en su ausencia, que tiene sobre ti un efecto casi mágico y que te da la luz suficiente para no dejar de ver nunca toda la hermosura que brota recatada y silenciosa, en las cosas cotidianas de tu propia vida. Ese amor sencillo digo, sincero, apasionado y maduro.
A veces, que lo sepas, vuelvo a imaginarte en tu antiguo cuarto, donde se fue gestando todo aquel mogollón emocional y te observo sentada en tu larga mesa de madera oscura escribiendo bajo un flexo alógeno negro que sobrevivirá sin el menor pudor a todas tus decisiones y limpiezas. Te veo con tanta claridad todavía que puedo sentir contigo toda la autocensura que ejerces sobre tus pensamientos, como temiendo que alguien, incluida tú misma pudiese descubrir lo más auténtico que hay en tí y todo me parece tan hermoso y tan triste que me cuesta espantar todo amago de melancolía impostora y no recrearme en ello estúpidamente.
Te veo con absoluta nitidez, cerrar tu diario y esconderlo con tanto cuidado que me parece verte en realidad tratando de no dañar tu propia vida cuando lo haces. Y cuando te desvaneces tan levemente sobre tus sueños siento la tentación de volverme presencia en tu pasado. ¿Y si consiguiese llegar realmente hasta ti de nuevo? Como polvo de estrellas de un antiguo cometa. ¿y si pudiese coger tu bic y reescribirte alguna línea?. No para cambiar tu destino, entiéndeme, solo para acompañarte en algunos aspectos, ya sabes para señalarte algo que te diese un poco de seguridad impostora. Para que tal vez, te permitieses rasgar toda soledad injustificada, y quedarte solo con la justa, la que sí era de verdad…
Podrías por ejemplo, levantarte y volver a leer tu diario, vivir las horas del día siguiente con ese matiz diferente que yo te mostraría, solo sería una pequeña ayuda al fin y al cabo. Nada que perder.
Solo dos o tres palabras, algún punto y aparte, en fin tú ¿me entiendes…?
Pongo entonces, un poco de distancia entre tú y yo para poder imaginarte de nuevo exactamente allí, donde ahora veo desde mi terraza cómodamente sentada, las cumbres pirenaicas envolviendo un Sallent anciano que parece despertar a una pubertad tardía.
Desde esta distancia, el pueblo se me antoja la parte más noble de este valle, como tu alma niña. Me parece tan pequeño y vulnerable… Solo un bosquejo capaz de ser borrado en cualquier momento que el azar se empeñe en aparecer atemperado. Sin embargo, cuando desciendo hasta sus calles empedradas y respiro el olor tiznado que sale de sus chimeneas perfumadas en leña, me parece un lugar repleto de recursos, capaz de enfrentarse a cualquier inclemencia que esté por venir y siento al contemplarlo, los rayos mas calientes y un viento impertinentemente frío al mismo tiempo.
Así es como yo te recuerdo a ti niña, como un pequeño pueblo en un grandioso valle. Casi nada parece entonces realmente como fue, si me permito revisar mis sentimientos desde esta cima, habiendo ya caminado las sendas de mi propio pasado adolescente y también aquellas que me han conducido irremediablemente hasta la mujer que hoy soy.
Querido amigo, decías al comienzo de cada página del diario adolescente y algo tan sencillo nunca me pareció sin embargo una frase hecha. Pero no creo que pensases en género alguno al dirigirte a él. Ni que hubiese tampoco en ti intención de encontrarte con alguien o algo algún día. Hoy sé que todo aquello y todo lo que nunca seré capaz de recordar, eran guiños que te hacías a ti misma. Si me voy contigo de nuevo, línea a línea volviendo a perfilar tu imagen tal y cómo se grabó en mi alma en esa época, siento ganas de correr hacia ti y llenar tu mochila de la vida con chubasqueros de colores, brújulas, planos de lugares inimaginables, y antimisiles…y protegerte de lo que te ha de venir. De lo que más te dolerá y llegará a rasgarte el corazón.
Pero si dejo que todas esas líneas manuscritas que dibujan tu pasado, vengan hasta mí como si de la primera vez se tratase, no es correr hacia ti lo que deseo, me es suficiente con dejarte simplemente ser y contemplar tu vuelo delicado e imperfecto, como el de una mariposa de vivos colores que insinúa con suave aleteo sus abstractas rutas jamás pensadas de antemano.
Cuando regreso de este modo a ti a través de tus palabras, quisiera poder contarte todo lo que he descubierto a lo largo de estas cuatro décadas acerca de tu sencilla vida. Concederte otros puntos y otras comas, cerrar interrogaciones....quiero decirte, que esa montaña rusa emocional a la que te subiste (ninguno se libró de ella) no tiene un trayecto infinito para nadie y que en tu descenso hubo más amor del que te atreviste a pensar en esos frágiles días. Amor en mil formas diferentes y que después de todo, sí que encontraste el camino que te conduciría al amor verdadero. Ese amor con el que siempre te sientes bien aún en su ausencia, que tiene sobre ti un efecto casi mágico y que te da la luz suficiente para no dejar de ver nunca toda la hermosura que brota recatada y silenciosa, en las cosas cotidianas de tu propia vida. Ese amor sencillo digo, sincero, apasionado y maduro.
A veces, que lo sepas, vuelvo a imaginarte en tu antiguo cuarto, donde se fue gestando todo aquel mogollón emocional y te observo sentada en tu larga mesa de madera oscura escribiendo bajo un flexo alógeno negro que sobrevivirá sin el menor pudor a todas tus decisiones y limpiezas. Te veo con tanta claridad todavía que puedo sentir contigo toda la autocensura que ejerces sobre tus pensamientos, como temiendo que alguien, incluida tú misma pudiese descubrir lo más auténtico que hay en tí y todo me parece tan hermoso y tan triste que me cuesta espantar todo amago de melancolía impostora y no recrearme en ello estúpidamente.
Te veo con absoluta nitidez, cerrar tu diario y esconderlo con tanto cuidado que me parece verte en realidad tratando de no dañar tu propia vida cuando lo haces. Y cuando te desvaneces tan levemente sobre tus sueños siento la tentación de volverme presencia en tu pasado. ¿Y si consiguiese llegar realmente hasta ti de nuevo? Como polvo de estrellas de un antiguo cometa. ¿y si pudiese coger tu bic y reescribirte alguna línea?. No para cambiar tu destino, entiéndeme, solo para acompañarte en algunos aspectos, ya sabes para señalarte algo que te diese un poco de seguridad impostora. Para que tal vez, te permitieses rasgar toda soledad injustificada, y quedarte solo con la justa, la que sí era de verdad…
Podrías por ejemplo, levantarte y volver a leer tu diario, vivir las horas del día siguiente con ese matiz diferente que yo te mostraría, solo sería una pequeña ayuda al fin y al cabo. Nada que perder.
Solo dos o tres palabras, algún punto y aparte, en fin tú ¿me entiendes…?
Cada vez que terminas de escribir esas líneas apresuradas escondes tu diario, no lo he olvidado ¿También te escondes tu, querida niña, perdona lo de niña (ya se que eres también un hermoso boceto de mujer)?. Un hueco al fondo del armario es tu viejo guardián, un lugar entre desgastados cuadernos escolares, que nunca sabrás si ha sido lo suficientemente seguro, pero que elegiste pensar que sí porque no podías vivir sin escribir. Necesitabas creer que ese pequeño espacio en blanco donde cabe la vida en unas líneas, es secreto y es seguro. Tu intimidad es tan sagrada para ti…, y lo engrandeces de tal modo que todo lo que vives se sobredimensiona. Los miedos, los secretos, los nuevos descubrimientos, los amigos, los amores, la vida y la muerte, los enfados, los silencios, la soledad, la traición…
Por eso cuando te abrazas a la almohada como si del primer amante fiel se tratase, tus sueños se multiplican en tu cabeza y se vuelven díscolos en la hora más inoportuna, secuestrando todo tu descanso durante un rato.
Es de un modo indescifrable, la parte más cálida del día, cuando repasas lo vivido y todo lo que está por llegar. Cierras los ojos y te abandonas. Es entonces cuando puedo verte tal y como eres. Simplemente tú.
Comprendo no sin un punto de dolor, que nada debo hacer por ti sino respetarte y dejarte en tu habitación con todo lo bueno y lo malo que te queda por vivir.
A tu jovial modo te estas preparando para tu gran viaje por el inmenso y hermoso valle de la vida. Viéndote, plácidamente en tu sueño, comprendo que lo mejor que puedo hacer por ti es no hacer nada y dejarte así tal cual eres, sin cambiar palabras, ni comas, ni puntos en tu secreto diario. Es tu derecho sentirte imperfectamente feliz de ese modo, o sola, o aceptada, es tu derecho no poder ver todo lo bueno que tus amigos sí vieron en ti (y que tardaras muchos años en verlo tu y mostrármelo a mi). Me marcho de puntillas, de regreso a mi presente, camino de otras cumbres. ¿Quien soy yo siquiera para pensar que podría cambiar algo de tu pasado mi querida niña?
Se que yo soy el amigo a quién escribiste hace tanto tiempo lo he comprendido este año, 17 años después, por eso acudo a tu llamada consciente de cuanto todavía hay de ti en mi y me resulta extraño que aún habites de esta forma en mi.
Y cuando leo de nuevo lo que fue para ti ese año cuando cambiaste del colegio de monjas al colegio de curas y veo a la niña adolescente que fuiste, me embriago de nuevo, contigo y tus amigos, del encanto de lo diferente y lo opuesto.
Lo masculino se metió en vuestras vidas (en la tuya y en la de tus amigas) con todo el poder de lo misterioso y lo desconocido, y caminasteis hacia el amor que cada una llevabais dentro, imaginándolo así casi perfecto en el otro, en el compañero de clase o en el ligue de verano. Un amor que no dejaba de ser en la mayoría de los casos platónico. Pues probablemente ese primer amor que se siente imaginado y que parece real, solo es así por lo que nos hemos atrevido a soñar cada noche desde nuestra habitación.
La edad de lo soñado, no es la edad de lo que el otro es. Se ama por lo que uno cree que el otro es, pues cada uno en su vagón puede acaso ir en la misma montaña rusa pero lo que siente al subir y bajar por las rampas, cómo cada uno lo vive en su propio instante finito es intransferible. Lo es entonces con apenas catorce años en el amor platónico y lo es después con el amor pasión. No debo desvelarte nada del futuro que te espera pues eres tu quién lo debe seguir escribiéndo, con tus faltas ortográficas, redundancias y originales o no tanto, metáforas.
Tal vez si pudiera solo te diría una cosa. Una palabra, puede que la dejase escrita al final de tu diario. Un nombre, femenino que resume algunas de las consecuencias de todas las decisiones que irás tomando a lo largo de tus próximos años y que te mereció la pena. Aunque su nombre no te diría nada.
Por eso cuando te abrazas a la almohada como si del primer amante fiel se tratase, tus sueños se multiplican en tu cabeza y se vuelven díscolos en la hora más inoportuna, secuestrando todo tu descanso durante un rato.
Es de un modo indescifrable, la parte más cálida del día, cuando repasas lo vivido y todo lo que está por llegar. Cierras los ojos y te abandonas. Es entonces cuando puedo verte tal y como eres. Simplemente tú.
Comprendo no sin un punto de dolor, que nada debo hacer por ti sino respetarte y dejarte en tu habitación con todo lo bueno y lo malo que te queda por vivir.
A tu jovial modo te estas preparando para tu gran viaje por el inmenso y hermoso valle de la vida. Viéndote, plácidamente en tu sueño, comprendo que lo mejor que puedo hacer por ti es no hacer nada y dejarte así tal cual eres, sin cambiar palabras, ni comas, ni puntos en tu secreto diario. Es tu derecho sentirte imperfectamente feliz de ese modo, o sola, o aceptada, es tu derecho no poder ver todo lo bueno que tus amigos sí vieron en ti (y que tardaras muchos años en verlo tu y mostrármelo a mi). Me marcho de puntillas, de regreso a mi presente, camino de otras cumbres. ¿Quien soy yo siquiera para pensar que podría cambiar algo de tu pasado mi querida niña?
Se que yo soy el amigo a quién escribiste hace tanto tiempo lo he comprendido este año, 17 años después, por eso acudo a tu llamada consciente de cuanto todavía hay de ti en mi y me resulta extraño que aún habites de esta forma en mi.
Y cuando leo de nuevo lo que fue para ti ese año cuando cambiaste del colegio de monjas al colegio de curas y veo a la niña adolescente que fuiste, me embriago de nuevo, contigo y tus amigos, del encanto de lo diferente y lo opuesto.
Lo masculino se metió en vuestras vidas (en la tuya y en la de tus amigas) con todo el poder de lo misterioso y lo desconocido, y caminasteis hacia el amor que cada una llevabais dentro, imaginándolo así casi perfecto en el otro, en el compañero de clase o en el ligue de verano. Un amor que no dejaba de ser en la mayoría de los casos platónico. Pues probablemente ese primer amor que se siente imaginado y que parece real, solo es así por lo que nos hemos atrevido a soñar cada noche desde nuestra habitación.
La edad de lo soñado, no es la edad de lo que el otro es. Se ama por lo que uno cree que el otro es, pues cada uno en su vagón puede acaso ir en la misma montaña rusa pero lo que siente al subir y bajar por las rampas, cómo cada uno lo vive en su propio instante finito es intransferible. Lo es entonces con apenas catorce años en el amor platónico y lo es después con el amor pasión. No debo desvelarte nada del futuro que te espera pues eres tu quién lo debe seguir escribiéndo, con tus faltas ortográficas, redundancias y originales o no tanto, metáforas.
Tal vez si pudiera solo te diría una cosa. Una palabra, puede que la dejase escrita al final de tu diario. Un nombre, femenino que resume algunas de las consecuencias de todas las decisiones que irás tomando a lo largo de tus próximos años y que te mereció la pena. Aunque su nombre no te diría nada.
Ella tendrá tu misma edad dentro de unos pocos años. Todo será bien diferente a lo que tu habrás vivido, probablemente ella ni siquiera escriba (si acaso llega ha hacerlo) con un bic.
No estoy segura de que reciba hermosas cartas con tachones y letras apresuradas o redondas, alargadas o ilegibles, será poco probable que eso ocurra. No, no amarillearán como amarillean hoy las tuyas. Esas que guardan en una caja de madera las claves de tu futuro y que ahora son pasado.
No estoy segura de que reciba hermosas cartas con tachones y letras apresuradas o redondas, alargadas o ilegibles, será poco probable que eso ocurra. No, no amarillearán como amarillean hoy las tuyas. Esas que guardan en una caja de madera las claves de tu futuro y que ahora son pasado.
Su rincón secreto no tendrá probablemente llave sino clave secreta de entrada. Inaccesible para mí. Probablemente mi respeto hacia ella la haga en sí misma inaccesible. Ella guardará en e-mails y documentos de Word, retazos de su vida que tal vez nunca sobrevivan a los cambios de ordenador. Tal vez sean solo bits o pixels que mueran al morir el disco duro que los guarde.
Hay algo que sin embargo no habrá cambiado cuando ella alcance también la edad de lo soñado, algo que permanecerá siempre al margen del entorno que le toque vivir, atemporal y puro.
Hay algo que sin embargo no habrá cambiado cuando ella alcance también la edad de lo soñado, algo que permanecerá siempre al margen del entorno que le toque vivir, atemporal y puro.
Ese viaje de vértigo psicodélico por los despertares adolescentes a los nuevos sentimientos donde una emoción diferente nace cada minuto y aplasta sin pudor a la anterior. Ese viaje, volverá como una ruta insalvable que tambié ella deberá emprender.
Tu diario niña, me ha recordado entre otras cosas la necesidad enorme que siente el adolescente de ser aceptado por su grupo, y la supuesta contradicción de querer ser diferentes y a la vez iguales. También me recuerda los sentimientos salvajes que nacen de la incansable búsqueda de los cómplices emocionales. Y cómo en esa escena de la vida aparecen por primera vez celestinas y confidentes o traidores por amor que se pierden en las primeras desilusiones.
Todos despertamos, casi de modo sincronizado al sueño mecido de la infancia. Y las cosas se nos antojan tan diferentes al minuto anterior que creemos que hemos de mudar hasta de piel. Construirnos una nueva identidad que encaje en ese desconocido mundo que nos deslumbra. Es nuestro fluir natural y nada puede supongo, ni debe hacerse contra ello. La naturaleza es poderosa, brillante y a menudo sabe lo que hace.
Déjame entonces que te diga que también ella, “la niña que un día soñará en bits” y sus amigas, tendrán su propia danza en el amanecer de estrenada pubertad. Nada me gustará más que estar junto a ella su desafío.
Tu viejo diario me ha hecho ver que después de todo, la magia de la infancia no se abandona del todo ni siquiera a los catorce años sino que perdura en el tiempo salvádonos posteriormente de nuestra soberbia adulta.
Todos despertamos, casi de modo sincronizado al sueño mecido de la infancia. Y las cosas se nos antojan tan diferentes al minuto anterior que creemos que hemos de mudar hasta de piel. Construirnos una nueva identidad que encaje en ese desconocido mundo que nos deslumbra. Es nuestro fluir natural y nada puede supongo, ni debe hacerse contra ello. La naturaleza es poderosa, brillante y a menudo sabe lo que hace.
Déjame entonces que te diga que también ella, “la niña que un día soñará en bits” y sus amigas, tendrán su propia danza en el amanecer de estrenada pubertad. Nada me gustará más que estar junto a ella su desafío.
Tu viejo diario me ha hecho ver que después de todo, la magia de la infancia no se abandona del todo ni siquiera a los catorce años sino que perdura en el tiempo salvádonos posteriormente de nuestra soberbia adulta.
Yo tengo el secreto de aquél primer amor, de cómo concluisteis esa historia iniciada en el aula, pero el final, vuestra ruptura, que por alguna razón decidiste no escribir tan claramente, no es ya ves, lo más importante. Lo más hermoso es como os deslizasteis a través de todo ese nuevo mundo, sin prisas y con un enorme sentido del respeto hacia vosotros mismos.
Te reconozco que fue mágico sentir cómo una simple mirada del otro, del elegido, hacía que circulase sobre vosotros una corriente eléctrica que os paralizaba y os hacía parecer idiotas. Cómo una simple palabra os hacia imaginar otras posibles y os tenia la cabeza ocupada durante días a la tenue luz de una luna que se ocultaba más a menudo de lo que era deseable.
Con el paso de ese tiempo, con el fin definitivo de la edad de lo soñado, las cosa no son mejores o peores, solo se transforman en su propio devenir.
Te reconozco que fue mágico sentir cómo una simple mirada del otro, del elegido, hacía que circulase sobre vosotros una corriente eléctrica que os paralizaba y os hacía parecer idiotas. Cómo una simple palabra os hacia imaginar otras posibles y os tenia la cabeza ocupada durante días a la tenue luz de una luna que se ocultaba más a menudo de lo que era deseable.
Con el paso de ese tiempo, con el fin definitivo de la edad de lo soñado, las cosa no son mejores o peores, solo se transforman en su propio devenir.
Otros amores se asoman a nosotros y cada nueva historia se inicia honestamente con ilusión renovada. Nada muere mi niña, con el final del primer amor salvo la propia historia. Los sentimientos más profundos, más fuertes y más auténticos están todavía por venir…Y esa primera historia que nos hizo sentir valiosas convivirá con nosotras para siempre en nuestra memoria, siempre mágica y única. Especial.
Nunca sabrás hasta que no te llegue el momento, que de cómo me he permitido vivir luego el gran amor de mi vida, tuvieron mucho que ver esos primeros amores adolescentes. A ellos le debo lo mejor de cuanto aprendí sobre ello, a los que surgieron a modo de flechazo, a los que se excusaron tras la amable figura de la mistad, o a los que se presentaron sin previo aviso tras las horas plácidas de un verano. Como huellas que me regresan a mi propio despertar están ahí, cada uno habita el lugar de mi corazón que le corresponde y todos hicieron de mi la amante que ahora soy, la mujer en que me he convertido, pero sobre todo la chica que enamoró a su amor mas verdadero.
He disfrutando permitiéndome entrar de nuevo en el extraño mundo adolescente donde la inocencia aún se permite dar sus últimos coletazos, he regresado al aula donde todo se enciende con un simple gesto y los mensajes viajan secretos en tiras de papel enrollado a escondidas de los profesores, mientras las caricias se imaginan díscolas e inalcanzables, donde un primer beso se imagina y se sueña durante horas, semanas, o meses y puede acabar después de todo, en los labios mas inmerecidos.
He recordado y reconocido un espacio feliz, donde todo se tambalea sin justificación posible y el silencio se comunica en largos monólogos de música estridente.
Es el paseo entre pupitres mas desesperado que uno hace consigo mismo a lo largo de su vida y sin embargo, seduce todos los poros de nuestro ser cada vez que pensamos en aquel tiempo lento donde todo se imagina más que se vive. Un tiempo que es la vida pasión y como tal duele y atrae.
Puede que después de todo, siempre quede algo pendiente con el adolescente que fuimos, o que creímos ser.
Nunca sabrás hasta que no te llegue el momento, que de cómo me he permitido vivir luego el gran amor de mi vida, tuvieron mucho que ver esos primeros amores adolescentes. A ellos le debo lo mejor de cuanto aprendí sobre ello, a los que surgieron a modo de flechazo, a los que se excusaron tras la amable figura de la mistad, o a los que se presentaron sin previo aviso tras las horas plácidas de un verano. Como huellas que me regresan a mi propio despertar están ahí, cada uno habita el lugar de mi corazón que le corresponde y todos hicieron de mi la amante que ahora soy, la mujer en que me he convertido, pero sobre todo la chica que enamoró a su amor mas verdadero.
He disfrutando permitiéndome entrar de nuevo en el extraño mundo adolescente donde la inocencia aún se permite dar sus últimos coletazos, he regresado al aula donde todo se enciende con un simple gesto y los mensajes viajan secretos en tiras de papel enrollado a escondidas de los profesores, mientras las caricias se imaginan díscolas e inalcanzables, donde un primer beso se imagina y se sueña durante horas, semanas, o meses y puede acabar después de todo, en los labios mas inmerecidos.
He recordado y reconocido un espacio feliz, donde todo se tambalea sin justificación posible y el silencio se comunica en largos monólogos de música estridente.
Es el paseo entre pupitres mas desesperado que uno hace consigo mismo a lo largo de su vida y sin embargo, seduce todos los poros de nuestro ser cada vez que pensamos en aquel tiempo lento donde todo se imagina más que se vive. Un tiempo que es la vida pasión y como tal duele y atrae.
Puede que después de todo, siempre quede algo pendiente con el adolescente que fuimos, o que creímos ser.
Quizá deba de ser simplemente así, reencontrarnos de nuevo con él para reconocer sin miedo a aquel ser cambiante e inseguro que un día fuimos y permitirnos así, no temer otras adolescencias que nos lleguen a través de nuestros hijos, y sobre las cuales nada podremos hacer sino guiarlas cuando lo permitan, respetarlas siempre, acompañarlas a menudo, y comprenderlas con todo el cariño que merecen.
Querido adolescente de hoy en día,
"La edad de lo soñado” es solo un anticipo de cuanto te permitirás vivir o no en el futuro. Ponte siempre de parte de ti mismo cuando desde el corazón hables con el lenguaje de los sabios, si has de juzgarte que sea suavemente y recuerda que como la arcilla podemos moldearnos para convertirnos en la mejor obra que hayamos imaginado ser.
Querido adolescente de hoy en día,
"La edad de lo soñado” es solo un anticipo de cuanto te permitirás vivir o no en el futuro. Ponte siempre de parte de ti mismo cuando desde el corazón hables con el lenguaje de los sabios, si has de juzgarte que sea suavemente y recuerda que como la arcilla podemos moldearnos para convertirnos en la mejor obra que hayamos imaginado ser.
Cuídate siempre ejercitando tus mejores sentimientos y confía siempre en tu capacidad de mejorar y en aquellos que te aman. Aprende a perdonar y a ser perdonado. No temas nunca alejar de ti a los falsos amigos y dedícale tu tiempo a los mejores.
Eres un adolescente de eso no cabe duda, un ser humano especial, un proyecto de hombre, viviendo ya su propia vida, elígela sana, honesta y generosa y todo lo bueno que el futuro haya de traerte, vendrá por añadidura.
Estás ya en la ruta de tu propio valle, siente el calor del sol y el viento libre que danza entre tu piel. Es real. Mírate luego en el riachuelo más hermoso que conozcas o busca el ibón más alto de los Pirineos, donde el silencio y la belleza ayudan a encontrarse con uno mismo y tal vez tu alma asome para ver que guapo eres y recordarte cuantas cosas especiales te quedan por vivir. Si tú no lo ves, a ese ser especial que hay en ti, si no te das una oportunidad para encontrar en tu interior la fe en ti mismo y el respeto a los demás, nadie, absolutamente nadie, podrá hacerlo por ti. Vive entonces este presente y vívelo bien.
Eres un adolescente de eso no cabe duda, un ser humano especial, un proyecto de hombre, viviendo ya su propia vida, elígela sana, honesta y generosa y todo lo bueno que el futuro haya de traerte, vendrá por añadidura.
Estás ya en la ruta de tu propio valle, siente el calor del sol y el viento libre que danza entre tu piel. Es real. Mírate luego en el riachuelo más hermoso que conozcas o busca el ibón más alto de los Pirineos, donde el silencio y la belleza ayudan a encontrarse con uno mismo y tal vez tu alma asome para ver que guapo eres y recordarte cuantas cosas especiales te quedan por vivir. Si tú no lo ves, a ese ser especial que hay en ti, si no te das una oportunidad para encontrar en tu interior la fe en ti mismo y el respeto a los demás, nadie, absolutamente nadie, podrá hacerlo por ti. Vive entonces este presente y vívelo bien.
2 comentarios:
Wow.... ¡memorable! Me ha encantado leer esta entrada, donde acertadamente te diriges a otra persona... los que íbamos a ser, ya no seríamos nosotros, o no del todo, es cierto. A mí me resulta una experiencia mucho más terrorífica leer diarios de hace muchos años, me alegro de que en tu caso haya tanta solidaridad como distancia... y también del final feliz de la historia. A mí me fascina especialmente el tema de la retrospección, el mirar hacia atrás y lo que conlleva la diferencia entre lo que se sabe ahora y lo que se sabía antes, así que te podrás imaginar el interés con que he leído esta entrada. ¿Y no tenía comentarios? No hay justicia en el mundo. Cuando descubro un blog, muchas veces voy al primer post, a ver con qué se arrancaba el autor, y nunca me he encontrado con un arranque tan redondo como este. Así que seguramente volveré por aquí, y mientras tanto mucho gusto en haber pasado, yo soy otro tecleador de por Zaragoza (si eres de Zaragoza, vamos), pero no te había visto por el vecindario antes.
:) Este comentario si que me ha hecho sonreir!! jaja, Thanks a lot so..lo dicho J.A. seguiré tu blog y me reafirmo en el contenido interesante que he encontrado en tu sitio...palabrita de aragonesa para quien quiera visitarlo. Ah, y no olvides esa cita con el adolescente ochentero, tal vez nuestro mundo no fuese tan tecnológico pero fue nuestro y fue auténtico.
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