jueves, 7 de julio de 2011

Lectura silenciosa sobre el agua de lluvia.

Tommy y Jane se ignoraron por quinta vez aquella mañana. Un simple ¡hola! por parte de Tommy y una árida respuesta de Jane, era todo lo que hablarían durante ese día y probablemente los siguientes cinco. La voz de Tommy era casi inaudible cuando saludó, pero la de Jane en cambio, había sido clara y fuerte como el agua de una catarata que golpea enérgica el caudal de un río bravo.




El hecho de haber tenido unos padres amorosos pero poco disponibles y la corta edad que les separaba, había unido de niños a los dos hermanos de un modo casi mágico, obviando a la caterva de hermanos que les distanciaban en edad por encima o por debajo, es más, ese vínculo entre los dos, les había conducido a tomar posiciones cercanas y conciliadoras durante toda la infancia cuando surgían inconvenientes.



Se podría decir que Tom y Jane habían sido siempre distinta cara de una misma moneda. Por ejemplo, cuando eran pequeños, jugaban a dejarse un bigote de leche y apostaban sobre quién de toda la familia sería el primero en decirles algo. Esa pequeña tontería les hacía creer que ellos eran reales y no estaban dentro del sueño de alguien, desapareciendo para siempre cuando despertase.



La mayor parte del tiempo la vida de los niños transcurría tan alejada de los mayores, que les hacía dudar sobre el mundo al que pertenecían. Jane, que siempre había sido más imaginativa que Tommy, y le aventajaba en edad por unos meses, solía inventar historias sobre las razones de su existencia. Cuando estaba positiva, le decía a Tom que ella era la hija del jefe de una tribu del amazonas y que había sido secuestrada por unos exploradores que al darse cuenta de sus poderes la abandonaron en la furgoneta de reparto de sus abuelos y que cuando su abuelo regresó a la furgoneta para hacer la siguiente entrega, se encontró con unos ojos negros escondidos entre el pan que le hipnotizaron y le obligaron a encontrar un lugar definitivo para ella y como el abuelo no era hombre de relaciones importantes, lo único que se le ocurrió fue llevarla a casa de su único hijo que por entonces ya tenía otros ocho hijos. A Tommy, las historias de su hermana le parecían asombrosas y le rogaba con carantoñas que le contase cual había sido su propio origen, pero Jane nunca perdió tiempo encontrando una historia extraordinaria sobre el origen de su hermano, se limitaba a decirle:” Mi niño tu no vienes de ningún lado estas hecho de agua de lluvia bañada en chocolate de la abuela”. Y aunque aquello le parecía a Tom un poco extraño se alegraba cuando lo escuchaba, ya que le permitía entender fácilmente porqué su color era tan diferente al de sus otros hermanos. Pero con el paso rápido del tiempo, aquella moneda brillante y de valor que formaban los dos, comenzó a desgastarse apresuradamente como se desgastó la infancia y después la adolescencia y daba la sensación, de que a veces lo hacía por un lado más que por el otro, razón por la cual a Jane le entraban ganas de liberarse de su familiar cruz y empezar de nuevo lejos de ese lugar que asomaba tan tímidamente al mundo, sin apenas árboles que protegiesen sus sueños nocturnos u ofreciesen copas a las que trepar para coger nubes de colores que retorcer entre las manos para conseguir así lluvia fresca para el chocolate de la abuela. Cuando Tommy discutía con Jane, también deseaba cambiar su cara del otro lado de la moneda poniéndole un bigote largo y puntiagudo como los cuernos de un mamut que pinchasen a cualquiera que osara acercase demasiado.




Dependiendo de la luna Jane se creía hecha de la misma aleación que Tom o no, y esa creencia le hacía pensar que tal vez no fueran tan distintos el uno del otro y que la diferencia de color era solo un trampantojo de los dioses para despistar, aunque últimamente, cada vez que se aferraba a esa convicción algo ocurría proveniente de Tom que le desmontaba tan extraña aceptación y dejaba de ser parte alícuota de una vieja moneda de dos caras diferenciadas, para regresar a la realidad.
Esta vez había sido un email. Escueto, y aparentemente falto de emoción alguna.





Bajo esa profesional apariencia de palabras escogidas dudosamente al azar, su hermanito le había golpeado de nuevo en el estómago. En lo que respecta a Tommy, él no sería nunca consciente de tales consecuencias , él solo se preguntaría por las dos palabras recibidas en respuesta a su email, incapaz de entender otro lenguaje que no fuese el que le dictase su miedo a la vida y la inseguridad de su personaje.
Porque hace muchos años que Tom es solo un personaje incorrectamente escrito por él mismo. Cada día durante sus duermevelas, se inventa ser alguien que no es, como cuando eran pequeños, y se colocaba el cubo del detergente en la cabeza fingiendo ser escolta real protegiendo a una princesa nórdica o como cuando caminaba junto a Jane haciendo todo el ruido posible sobre latas de leche en polvo agujereadas y a las que ponía una cuerda para que hicieran de zancos y poder estar asi a la altura de su adorada hermana.



Con esos juegos infantiles podían ir libremente a su aire por los largos pasillos de la casa porque rara vez alguien reparaba en ellos. Pero hace ya mucho tiempo que Tom no le pregunta a su hermana sobre su origen. Jane por su parte, también calla porque conoce desde hace años el secreto de los desvelos de Tommy pero jamás se los dirá. No tanto porque Tom lo fuese a negar, sino porque Jane dejó de hacer lecturas silenciosas sobre los otros, hace un par de años, cuando comprendió que el saber no siempre puede ser una ventaja y que no todos los problemas desean ser solucionados, porque para algunas personas vivir lo real sería como estar muerto en vida y no conoce a nadie que quisiera vivir con un zombi.
Así que la imaginativa Jane encaja como mejor puede los desvaríos de su desmemoriado hermano y cuando algo le molesta intensamente, cierra los ojos durante un rato largo, hasta que de nuevo recupera el latido adecuado para su corazón, y se imagina cabalgando en un caballo negro hacia el horizonte, pero como nunca lo alcanza, se baja de su fiel caballo sin darle mayor importancia y le da de beber una agua cristalina y fresca. Después vuelve a su vida donde nadie la espera y segura de que cuando algo le moleste intensamente podrá coger de nuevo su caballo negro y cabalgar hasta caer exhausta.





Un sentimiento de culpa le impide mirar a Tom directamente a los ojos para explicarle que cuando fingió que todos aquellos desconocidos del orfanato eran su familia, lo hizo porque sabía que con su edad ya nadie les ofrecería otra posibilidad. Pero lo que Tom en realidad no le perdona a Jane es que el color de su piel es tan blanco que le impide verla en los días de nieve o bruma invernal, y que entonces siente una soledad tan infinita que ni siquiera los sueños de la infancia son capaces de acabar con ella.

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